Identidades Ecológicas
Tomar conciencia que nosotros los humanos somos una extensión de la naturaleza es beneficioso para nuestro bienestar físico, emocional, mental y espiritual y el bienestar del planeta.
Desarrollar una identidad ecológica y tomar conciencia que nosotros los humanos somos una extensión de la naturaleza es beneficioso para nuestro bienestar físico, emocional, mental y espiritual y el bienestar del planeta. Cuando nos identificamos como la encarnación de la naturaleza nuestros comportamientos y hábitos pueden cambiar drásticamente para trabajar a favor de Gaia, o Gaea (el espíritu de la tierra) en lugar de perjudicarla. Si apoyamos comportamientos o hábitos que afectan a la tierra negativamente, inevitablemente dentro del lente de la ecopsicología, nos enfrentamos a la autodestrucción. La mayoría de las personas se identifican con sus personalidades o identidades sociales que subconscientemente han desarrollado para asimilar una sociedad condicionada construida a base de identidades egocéntricas en lugar de ecocéntricas.
Como dice Steve Zavestoski en su ensayo, Construyendo y Manteniendo Identidades Ecológicas,
“De la misma manera que diferente tipos de identidades sociales dan forma, guían y ayudan a crear interacciones sociales significantes, yo pienso que las identidades ecológicas pueden ser esenciales en darle forma, guiar y ayudar a hacer interacciones dignas entre los humanos y el medio ambiente.” (p. 297)
La mayoría de nosotros actuamos dependiendo de cómo las personas reaccionan a nuestros comportamientos y la mayoría de las personas interactúan en maneras socialmente aceptadas porque es la norma. Desarrollar una identidad ecológica en este día puede tomar mucha valentía porque dependiendo de donde vives, las identidades sociales predominan y suelen ser más aceptadas que a las identidades ecológicas.
Las identidades ecológicas inmaduras o subdesarrolladas es una de las causas principales por la cual estamos viviendo una crisis ecológica, medio ambiental y una epidemia de ansiedad y depresión. Las personas indígenas llevan una relación recíproca con la naturaleza; ellos la valoran y la protegen porque ellos entienden que ella nos da todo y sin ella no habría nada que nos pudiese sostener. La identidad ecológica de las personas indígenas trabajan a favor del mundo natural hasta el punto que ellos protegen 80% de la biodiversidad del mundo, aunque ellos solo representan el 5% total de la población humana (Raygorodetsky, 2018) Imaginen, un mundo donde todos tenemos la claridad y sabiduría e intención de desarrollar una identidad ecológica, quizás no tendríamos que despedirnos de tantas especies, quizás podríamos prevenir el calentamiento global, quizás podríamos trascender la ilusión de la separación y establecer una relación más digna con las criaturas de la tierra; la flora y fauna.
Ralph Metzner en su artículo, La Psicopatología De La Relación Humano- Naturaleza, comenta “En culturas indígenas alrededor del mundo, el mundo natural es considerado como el reino del espíritu y de lo sagrado; lo natural es lo espiritual. Desde aquí fluye una actitud de respeto, un deseo de mantener una relación balanceada, y un entendimiento intuitivo de la necesidad de considerar generaciones futuras y la salud futura del ecosistema- en pocas palabras, sostenibilidad. Reconociendo y respetando puntos de vistas y prácticas espirituales diferentes a las nuestras quizás sea el mejor antídoto a la fijación destructiva que tiene el occidente y su disociación entre espíritu y naturaleza.”Metzner propone que si todos consideramos la naturaleza como sagrada no actuaríamos de maneras tan destructivas descuidando a la tierra y por ende a nosotros mismos. Por esto es que el científico Gus Speth dice que la solución a la crisis ambiental está dentro la transformación cultural y espiritual. Tenemos que revaluar todo lo que nos ha llevado a este punto y uno de esos factores es nuestra identidad ecológica desprendida.
“Yo solía pensar que los problemas ambientales eran la pérdida de la biodiversidad, el colapso de los ecosistemas y el cambio climático. Pensé que con 30 años de buena ciencia podríamos abordar esos problemas. Pero estaba equivocado. Los principales problemas ambientales son el egoísmo, la codicia y la apatía... y para abordarlos necesitamos una transformación espiritual y cultural, y nosotros los científicos no sabemos cómo hacer eso”.
- Gus Speth
A este punto necesitamos amplificar las voces indígenas que han estado empujando y luchando para que nosotros en el occidente regresemos a lo sagrado en nuestro día a día y que desarrollemos nuestras identidades ecológicas que nos ayudará a aprender cómo ser seres más ecocéntricos e interactuar con el mundo natural de manera honorable.
Para vivir de manera sostenible debemos cesar nuestra obsesión con la individualidad y adoptar una cosmovisión más integral. La filosofía de la ecología profunda, la cual promueve que expandamos nuestro ser e identidad para incluir a la naturaleza (Naess, 1989), nos ayuda a ilustrar el concepto de la identidad ecológica. La descripción de Juan Semilla sobre su motivación de proteger la selva tropical captura esta expansión y ampliación del “yo”:
“Trato de recordar que no soy yo, Juan, quien intenta proteger la selva tropical. Más bien, soy parte de la selva tropical que se protege a sí mismo. Soy esa parte de la selva tropical que recientemente surgió en el pensamiento humano”. (Seed, Macy, Fleming & Naess, 1988, p.36)
Reconocernos como una extensión de la naturaleza nos motivará a protegerla y, a través de estas acciones conscientes, nos transformaremos en seres humanos más conscientes, amorosos y compasivos que abogan por la unidad sin dejar de respetar y honrar la diversidad. No trates de salvar el mundo. Ámalo y Ámate en vez.
Mi identidad ecológica se empezó a profundizar cuando estaba trabajando y viviendo en el desierto de Arizona. Experimentando experiencias inmersas en la naturaleza cambió mi identidad profundamente. El fuego no solo me daba calor, sino que se convertía en un gran ser viviente con quien yo me relacionaba compartiendo mis noches, mis pensamientos y canciones. El fuego me enseño cómo escuchar y ser amiga del silencio. El agua escasa del desierto me enseñó la humildad y practicar la gratitud diariamente. Beber desde el mismo pozo que los otros animales que viven en el desierto me hizo sentirme como uno de ellos. Mis hermanos el maguey, álamo de virginia, cactus saguaro, tamarix ramosissima y cucamoarisha me enseñaron que no hay que ser humano para ser aliado o maestro para impartir enseñanzas y sabiduría.
Al hacer fuego a travez de la fricción con estas plantas desérticas entendí cómo conectar con el fuego dentro de mi abdomen lo que los yoguis llaman el agni, para materializar el fuego externamente a lo físico. Estas plantas fueron aliadxs esenciales para sobrevivir en el desierto. Muchas personas piensan que el desierto es algo vacío y sin vida pero si te das la oportunidad y la creatividad de desarrollar una relación con lo seres que la habitan y los reconoces como seres vivientes con ánima capaces de impartir sabiduría y ayudarte a sobrevivir te puedes dar cuenta que el desierto está lleno de vida y barnizado en metáforas que nos pueden ayudar a entender más nuestra psique.
“Las identidades ecológicas, al menos en parte, parecen surgir de experiencias directas en la naturaleza que replantean las experiencias de los individuos sobre sí mismos a la luz de una conexión con el mundo natural que es exógena a la cultura o la sociedad.” (Zavestoski, p.300)
En mi primera semana en el desierto me regalaron el nombre Moonsong Monarch porque me pase esa semana entera cantándole a la luna y porque también les había comentado a mis colegas que cuando vivía en Miami invertía mi tiempo y energía en crear un hábitat para que las mariposas monarcas se pudieran reproducir en mi jardín ya que su población está en peligro de extinction. Aquí pueden ver de nuevo este tema de relacionarse en vez de ver a la naturaleza como algo que podemos objetivizar (tratar como un objeto) oprimir o extraer. Creo que de eso se tratan las identidades ecológicas; permitir que tu identidad se desarrolle por como tú interactúas con el mundo natural en vez de tu trabajo o más bien por las plantas con quien te relacionas en vez de la comunidad humana de la cual eres parte.
Te invito a que hagas una ceremonia de té o infusiones cada mañana con una planta que te llame la atención y deja que te guíe e informe. Sintonízate y escucha. Hay sabiduría ahí. Luego busca las propiedades beneficiosas e intenta ver si su intuición coincide con la investigación escrita. Quizás te sorprendas de cuánta sabiduría puede surgir dentro de la intuición de tu cuerpo terrestre y del silencio de esta práctica contemplativa. Como dice Terence McKenna, “la naturaleza está viva y nos está hablando, esto no es una metáfora.”
Así como nuestros padres o familiares pueden describirnos a otras personas que no nos conocen, intenta imaginar qué dirían los árboles de tu vecindario para describirte.
¿Quizás por cómo te relacionas con ellos?
¿Qué diría el océano sobre ti?
¿Y las cotorras?
¿Cómo te llamarían las flores? ¿“La que siempre canta y le da ofrendas de agua a mis vecinos antes de recogerme”? ¿O “el que comparte nuestra sabiduría y medicina con su familia humana y continúa sembrando más de nosotros”?
O mejor aún, viaje a través de la imaginación a su infancia, ¿hubo un ser más que humano que te moldeó? ¿O un lugar en esta tierra que te amó hasta que experimentaste un renacer del ser?
La verdad es que ya eres ecológico o ecológica con tan solo pertenecer a la tierra, solo hace falta concienciarnos de esta verdad.
con la mano en el pecho,
Reet Rannik